lunes, 8 de junio de 2009

El tiempo que nos tocan vivir



Tengo una visión particular sobre esta campaña electoral. Ustedes saben que el estudio de la filosofía de la antigua Grecia sirvió de base para el análisis de prácticamente todos los enfoques de la política mundial, desde aquellos años hasta la actualidad. Escribo esto y recuerdo a Mariano Grondona (mejor dicho, al imitador de Grondona), pero me animo a escribirlo igual, por más que me corra una gotita fría por la espalda. Aristóteles explica la demagogia como “una estrategia política que consiste en apelar a emociones (sentimientos, amores, odios, miedos, deseos) para ganar el apoyo popular”. Claro, es por esto que Aristóteles no defendía a la democracia como modelo, ya que observaba como indefectible la caída del pueblo “llano” en la demagogia como poder.
La Real Academia Española define a la demagogia como “práctica política consistente en ganarse con halagos el favor popular» y también como la degeneración de la democracia”. Otros pensadores asumen que “el demagogo no necesariamente conduce a las masas a la revolución sino que las instrumentaliza para sus fines personales, para proceder, una vez obtenida una amplia aprobación, no ya a un proceso de democratización o de trasformación del sistema sociopolítico, sino a la instauración de un régimen autoritario, del que el demagogo sea el indiscutido y despótico jefe”.
Estos apuntes me llevan a las siguientes conclusiones: no hay duda de que un pueblo sin cultura, o "llano", es muy fácil de manipular y los procesos por los cuales se llega a éste punto, han sido estratégicamente digitados (quién y cómo es una discusión genial y apasionante). Ver a candidatos ofreciendo plasmas a jugadores de fútbol, bailando en un programa de televisión o apelando a todas las estrategias antes mencionadas y teorizadas, dan lugar a pensar que elección tras elección esto se pone peor.
Por diferentes situaciones, me toca en estos días relacionarme con jóvenes de entre 18 y 24 años. Dialogando con ellos, observé un descreimiento en la política como herramienta de cambio. Se escucha a diario que los candidatos apelan a ganar el voto de los más jóvenes, ya que estos son los que aún no han definido su voto. Creo fehacientemente que no lo van a definir ni estando en el cuarto oscuro. Trágico, ¿no?.
Y, para colmo, alguno que otro se había dejado seducir por candidatos que ya han anunciado que no van a ser parte del Congreso, por más que la voluntad del pueblo los coloque en semejante lugar. “Bueno, pero es más noble que anuncien esto antes de los comicios, a enterarse después de ellos”, se escuchó por ahí. ¿Me están cargando, no?. Pues si, siento que nos están cargando.
Entre candidatos que regalan televisores, otros que no harán lo que proponen (pero ya lo avisan), otros que bailan en la tele y otros que apelan a su apellido (porque es parecido al del otro candidato) para conseguir votos, entiendo el descreimiento de los nuevos votantes, de los que ya tenemos algunas elecciones encima y de lo que vieron como guardaban las urnas más de una vez. En realidad, les soy sincero, cada vez entiendo menos.

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